lunes, 28 de octubre de 2013

¡Date prisa,no tengo tiempo!

Hoy, desde una emoción que me llena y me lleva acompañando todo el fin de semana, la GRATITUD, comparto contigo estas reflexiones que escribí para La Nueva Ruta del Empleo y que pueden ser la antesala de otro post en que el quiero contarte aquello que pude sentir y vivir en un Congreso con gente maravillosa que creó un espacio y una realidad llena de magia, fantasía, creatividad, ilusión, emoción, aprendizaje, descubrimiento, risas, sonrisas, abrazos...Aprendemos Todos a ser Maestros de Vida

¡No tengo tiempo!



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¡NO TENGO TIEMPO!
¡No tengo tiempo!
Vivimos rápido. Una de las expresiones que más usamos con nuestros hijos e hijas es “date prisa”. Nos hemos metido en un ritmo de vida trepidante, donde cualquier tiempo libre lo ocupamos rápidamente, buscamos otra tarea para cubrir ese espacio. Y es que estamos demasiado centrados en el hacer, no hay tiempo, mejor dicho, no dejamos tiempo para el Ser.


 
Y este modo de vida es el que estamos transmitiendo a nuestros hijos e hijas. Desde muy temprano les despertamos con un “date prisa”. Hace no muchos días leí una anécdota contada por una madre a quien su hija le preguntó “Mamá, ¿cuando estoy en el colegio, dónde debería de estar? Y la madre le respondió "¿Por qué me preguntas eso, hija?" A lo que ella responde: "Porque cuando estoy jugando en el parque me dices que ya tendría que estar bañándome, cuando estoy en la bañera, que tendría que estar cenando, cuando ceno, que tendría que estar en la cama, cuando me levanto que tendría que estar desayunando. Y cuando estoy en el colegio, ¿dónde debería de estar, mamá?

Y es que las prisas no nos dejan disfrutar del tiempo, de esas pequeñas cosas, momentos con nuestros hijos e hijas que son los verdaderamente importantes. Respetar sus ritmos es esencial para ellos y ellas. Ellos viven en el asombro, en la curiosidad, en el despertar a la vida, en el descubrimiento de la belleza… y nosotros como padres, madres, incluso educadores que dejan de ver lo esencial porque ponen toda su atención en alcanzar el objetivo curricular de ese año, no les estamos respetando ese ritmo.

Inmersos en esas multitareas cotidianas, dejamos escapar una de las herramientas más poderosas que tenemos como padres y madres: la observación. Observar supone parar, prestar atención, centrarse en el momento y ver. Ver, que no mirar (¿os habéis fijado cómo se saludan los habitante de Avatar? dicen: “Te veo”, que significa: te respeto, te saludo, te reconozco, me conecto contigo) sin filtros, sin juicios ni expectativas. Observar para descubrir quién es nuestro hijo e hija.

Observando podemos descubrir aquello que le apasiona a nuestros hijos e hijas, porque sus ojos brillarán de ilusión, podrás entender por qué es feliz saltando charcos, corriendo por el monte o escalando un árbol, o pintando una pared, si se emociona al escuchar una música u otra, qué le atemoriza, qué le hace reír y llorar, qué le inquieta o le atrae…Observar es reconocer a tu hijo, a tu hija. Liberarlo de las etiquetas que de forma rápida e inconsciente les ponemos casi nada más nacer, rescatarles de las comparaciones, de los juicios, de las expectativas. Observar es respetar y acompañar a nuestros hijos e hijas a descubrir quién son. Es conectar con quien Son.

Y es sólo después de esa observación, cuando debe llegar la aceptación. Aceptar quien Es mi hijo e hija. Será a partir de aquí cuando podamos ser verdaderos y verdaderas guías. Porque iremos conociendo sus fortalezas y talentos, los suyos, sus temores, sus sueños y anhelos, fortaleciendo aquello que brilla en ellos y ellas. Y es que desde la aceptación podemos llegar a potenciar aquello que está dentro de ellos y ellas y que les hace seres únicos, con luz propia.

Para esto hay un primer paso esencial: comenzar por darte tiempo tú para observarte, sentirte, descubrirte, verte. No dejes en manos de los demás el poder de decirte quién eres. Sólo desde la calma, la escucha pausada e interna, el silencio, podemos obtener la respuesta a quién somos nosotros y nosotras. Y es necesario este primer paso, aprender a observarnos y aceptaros a nosotros mismos, para después poder y saber hacerlo con nuestros hijos e hijas.

Te invito a que lo pruebes, a que pares, a que destierres de tu vocabulario el “no tengo tiempo” (porque sí que lo tienes, quizás lo que te sobre es el exceso de tareas) y regales a tus hijos e hijas el dejar de decirles desde por la mañana “date prisa” y les observes. ¿Has parado a pensar cómo sería tu día desde que te levantas teniendo que escuchar continuamente esta expresión, como un “pepito grillo” constante: cuando desayunas, con tus compañeros de trabajo en las reuniones o en el café, cuando quedas con tu gente…? Es conmovedor mirarles y descubrir cómo viven la vida, cómo la disfrutan, la absorben, la sienten, la descubren y se asombran. Ellos y ellas sí que son Maestros de Vida.

Y termino con esta maravillosa reflexión que escuche a mi amiga del alma, Montse: “Bastaría con escuchar y respetar a cada hijo o niño en su ser y a su ritmo para entender que otro mundo es posible.”

1 comentario:

  1. Cuando no tengo tiempo, cuando tengo prisa, cuando no llego... Suelo repetirme una letania que me ayuda a tomar el tempo adecuado para las cosas y calmarme "Visteme despacio que llevo prisa"

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